Ámbito poético:Fronteras del conocimiento: Poesía mística


 

 

Autor

Felipe Fuentes García
 

 

 

Secreto seno

 
 

Forjan el bronce
las llamas de los trigos:
sopla el verano.
Felipe Fuentes García


Resol del mediodía devastado.
Y el incendio celeste
como una hoguera en calma o como un signo.

¿Qué alada luminaria
vencedora del fuego de la tarde viertes, abrasado laúd;
de qué feraz designio, de qué secreto seno llegas,
como un soplo ancestral, hasta el paisaje
y lo colmas de júbilo y lo habitas,
y dejas en mis ojos
este herido fulgor que me conmueve?

¿Y qué nutricio enigma pulsa
mi armónico en la hondura de este efluvio
cuando la sobretarde
en gratitud florece hasta su ocaso?

Ante un trigal de bronce,
callada partitura en el varal de agosto,
velan las golondrinas su solaz inmóvil.

 

 

 

 

Rumbo a puerto

 
 

La tenue sombra luminosa
hacia la llama
que alienta el blanco vivo.
                                                Tal el puerto,
el venero acogiente,
el faro que en la noche la reclama,
la levanta hacia sí desde lo hondo
para durar,

para arder en su seno inextinguible.

La llama o sombra o mariposa.
                                                       El blanco vivo.

El puerto.

 

 

 

 

Ardua noche

 
 

En el azul donde la noche aprisca
su corte de alta noche
se fueron desbocando uno tras otro
los caballos del llanto:
El mar como un exhausto naufragio de palomas,
la posesión con sangre de los limos de arcilla,
la sed que cubre ahora las aguas manantiales...

No pude contenerlos.

Viento o nave que ignora su derrota,
se desata mi voz y te requiere.
Como grama sedienta.
Como bruma escorada en la ardua noche.

 

 

 

 

Fondo oscuro

 
 

Tras el naufragio de la luz primera
llegaste a mí.
                          De nuevo me engendraste.
Como un copo en la hondura
se iluminó mi rostro: Supe entonces
que era inmortal, al tiempo
que un rumor de partida comenzaba a mostrarse
como un surco de sombra o cuerpo o fondo,
cuerpo de un fondo oscuro sin memoria.

Había amanecido el día claro
de tu mirada limpia en mi pobreza,
y luego,
ya nacientes los trigos,
no podía adentrarme sin dolor en la noche.

 

 

 

 

Nacer a la palabra

 
 

Bajo hasta el grito. Oigo
en el vaivén del lecho de las aguas
-sobre una muelle sucesión de fugas- cómo rompe
la irisación del llanto.

La lenta música del fondo
recrea el pensamiento, cumple mi boca:

En su rumor desnudo rozo un seno
en donde sólo ondea
la resonancia del alumbramiento.

Parto del grito.
Buscando estoy la música
de la que el hombre nace a la palabra.

 

 

 

 

Un pálpito

 
 

Como, ardido, el funámbulo se adentra
en la delgada vacuidad del aire
palpando un trazo exiguo,
como el humo retorna con el viento
a la mordiente llama,
así cía mi búsqueda
por repliegues de sombra en esta hora.

Obstinado desciendo hasta mí mismo,
e ignoro cuanto sé.
¿Quién anda, ciego, entonces,
bordeando el cobijo de las casas?

Afuera,
tras la sonora inflorescencia de los árboles,
el horizonte, el aire, un ave, un pálpito...

 

 

 

 

 

Autor

Venezia Lessep
 

 

 

Mística

 
 

“…tan incierta la luz como en un
sueño…”
Olvido García Valdés


He bebido el secreto de la fuente
en la que abreva el ciervo de la tarde
y sus lamentos nacarados dicen:
“¡sus ojos casi ciegos,
                                          son amor!”:
¡vanas son las palabras cuando no son de ti,
son vanas!
-Los hueros corredores del olvido
huelen a soledad
en el perfume añejo
que siembra cada noche de silencios-

Hoy,
          -a tu lado-
he visto que sus ojos
están llenos de lágrimas
hoy he visto en sus lágrimas el llanto
que llena los bajíos de la tarde.
Son vanas las palabras cuando vierten
su voz en tierra yerma:
tierra deshabitada,
                                    tierra desposeída.

Y sus lágrimas tienen, el color de la aurora
-rubio color de nube adolescente-
y sus lágrimas son sonrosadas como auroras
cuando bebe en las fuentes cristalinas
de las tardes de Mayo.

He bebido en la fuente de ese ciervo nimbado:
¡sus ojos misteriosos
                                           son amor!

 

 

 

 

El mar

 
 

Releo serenamente el mar
que pasa página:
la tarde es un clamor incandescente
que espira contra mi
como un hálito
de la noche que llega.
Solos,
tu mano y yo y el efímero grito de la ola
que inquiere del paisaje una respuesta
que nunca llegará.

Si efímero es el grito que se muere
desarraigado entre el llanto y la espera,
inquietante es la espera
del grito que no grita
y la palabra que nunca se pronuncia
porque terminarán muriendo de su ausencia.

Y el tiempo es un perfil narcotizado
que percibe mi voz
y se pregunta:
cómo callar entonces,
cómo no retrasar ese silencio
que acabará llegando.

 

 

 

 

Yo soy

 
 

Soles distintos te adoraron,
maduraron tu piel,
fueron dejando
seco tu corazón.
                  José Hierro


Mírame viajero:
se deshizo mi clámide
y mi túnica yace en la ceniza.
Por mi bosque de cedros han cruzado los siglos
y descansan palomas en mi hombro.

Mas
mi desnudez te dice que un día yo viví
y que fueron mis sueños los de un ángel.

Caminante,
apiádate de mí,
recórreme en mis ruinas de arenisca,
pisa sobre la hierba mi dorado cabello
y a la sombra del bosque
-si arden fuegos azules todavía-
recuérdame que un día
tuve sueños.
Me olvidaron los hombres
y ahora
sobre el mármol de mi corazón
las aves se disputan mi piel,
deshacen mi armadura.

Acércate
a la obsidiana de mis labios,
no temas, no hay distancias aquí
más allá de la bruma de mis ojos, cegados
por el río de fuego de un llanto inmemorial.

Viajero, si no puedo ser tú,
mírame con piedad
y dile a este silencio
que me siento cansada de estar muerta.

 

 

 

 

Dedicatoria

 
 


Dedicado a D.P.A...al otro lado


Brindis por la ola
felicidad! Por ti
gran ciervo blanco que te derramas
sobre los acantilados de la noche.
Por ti , celeste pájaro de la noche
-mitad ala de ángel-
que recorres
el anémico cielo nocturno
sobre el brillo acerado del mar.
Brindo por ti y por ti:
pequeño querube de las aguas
del cielo estrellado
que en esta noche
has herido mis manos y
despertado mi corazón hiperestésico.
Brindis por la ola felicidad
de esta noche estrellada
que me entrega al milagro
de la nocturnidad
y de la negritud.

***

Oh noche, desciende ya
de tu ebúrneo bajel
a estas aguas
y sumérgeme en la inmensidad
del azul.
Cómo será el después
cuando el índigo
sepulte para siempre mis manos,
Cómo será tan acerbo el recuerdo
cuando el mar sepulte mis manos
para siempre
tan lejos de las tuyas.
Como será triste el recuerdo
cuando los alargados brazos
de las algas enlacen mi cintura…
y en danza los delfines
florezcan sobre el mar.

***

Cómo será así el reencuentro
en el cielo estrellado, pequeño ángel
del cielo, corazón mío.

 

 

 

 

 

Autor

Ignacio Bellido
 

 

 

Tengo miedo a tropezar de nuevo

 
 

Dios entre la mies.
Dios de las ausencias.

¡Ayúdame!

Estoy escuchando mi muerte
gritar en el sudario.

Voy hacia Ti
en el cofre de leyes que ofreciste.
Me acompaña el árbol
en lluvia de sus hojas
y en el grito de un Requiem.

He abierto mis venas
para ofrecerte mi color.
Comprueba el rojo
y únelo a la blancura del triángulo
para formar la nueva aurora.

Tengo miedo a renacer.
La mirada ofrecida
dañó mis ojos con el llanto de invierno
y ahora no puedo comprender el faro que me ocupa.
Llevo en mis manos
un poco de ese mar que nació junto a mi
y una caracola con los nombres del mundo.

Acaso pueda continuar llamándote.
Acaso la guadaña cumpla su promesa
antes de que amanezcan las palomas...
pero siento...todavía siento....

Ha cesado la lluvia Señor
y el giro de la inmensidad comienza a ocuparme
y tu escala se ofrece.
Vayamos juntos.
Tengo miedo a tropezar de nuevo.

 

 

 

La profundidad

 
 

La profundidad es un molino lleno de elixires, lleno de náuseas.
Allí habitan los repliegues de la vida,
errores y brillos,
maderas de cuna, ojos perdidos en promesa.
La profundidad, se asocia a los abismos,
aunque se olvida el pensamiento que se dobla y dobla
en su reja enmohecida
para ofrecer un túnel de engañosa luz.

Vivimos lo profundo con desazón,
y a veces con orgullo de llegada,
pero nada más profundo que el silencio
donde tiene cabida el recuerdo sin manos
el cuerpo fosilizado del niño
y alguna flecha errante en su veneno.

En la profundidad del silencio,
no hay espacio para melodías,
ni tampoco entregas que multipliquen la sensación de vida.

Unas flores de plástico,
adornando los últimos gritos del cadáver,
ocupan la confirmación del pensamiento.



 

 

 

 

 

Autor

Federico Ruibal
 

 

 

Pan de sed

 
 

Pan de sed, vuelve
a estas mis manos desatadas
labradoras amargas de este helado yermo
hasta donde he llevado la pobre nave mía
Pues no han de volver de nuevo las ganas a mis manos
que se desoyen hoy, que van cayendo lacias
como muertas correas a largo
de mi frío
tomando torpemente
el alimento justo con que trabar su angustia

De todo aquel camino no guardan más que el polvo
que no han sido capaces de limpiar de la sandalia
Y así como el longevo
que con el pasar de los años se fue quedando solo
y aliñara el silencio evocando su paso
así a ellas esa angustia está siendo mi fuerza
siendo como soy sobreviviente
de mis amados muertos
y de vivos amados
a los que el destino acanalló a mejores playas

Sea pues mi vida batir de roca sola
el nadar de la piedra por entre el mar sin fondo

Sabrá, entonces, la tal condena
a la presencia de tantos
de los que a tal hora se me han ido
al verde de los campos
al rumor del agua en los arroyos
muerto como estoy desde hace tiempo en vida

Sea pues mi dolor la espuela única
hasta el tremendo paso me dé la fuerza
que me hará falta para acabar este morir con el que cargo
tan de vacío
con este cuerpo
que tan sólo es ya el sollozo de una muerte
sin cuerpo que se pudra.


 

 

 

 

Ella me dijo

 
 

La fiera luna, sola,
me gritó ayer solemne
–hermoso su volar de luz contra la cresta-
¡qué te hiciste!

En pie, de cara contra el cielo
exprimí en mi puño su lívido limón
por gozar así del ácido escurrir
contra los ojos.

La anciana loba, triste,
clavada, toda miel contra la sombra,
blanda del frío, rotura mi nevero.

Fue ayer, fue ayer, sí, fue ayer mismo
que gritara la luna equivocada
niño
el que a mi arrullo soñaras tantas cosas,
Federo,
¡qué te hiciste...!

De siempre ha estado escrito
en la luz mortecina de mi nombre
que nací para libar paz de las bocanas
árido cáliz que mi esparto recoja.

Así, la bestia en que me arrastro,
desnuda ya de piel,
os canta
por hacer de este crimen, del dolor
el bálsamo sencillo,
el pasatiempo inútil,
el bárbaro remedio.

Tomad, pues, comed,
bebed todos de él;
pues es vida a pedazos que ofrezco en alimento
y a cítara, a címbalos y trova
sea el convite.

Así, aún pasado el último minuto
sea la fiesta.

La blanca sed gritara
Federo, Federo, Federico
¡qué te hiciste!

 

 

 

 

Al blanco

 
 

Y cómo hago yo ahora
para lograr derrotarme en el papel
si está mi mano tinta de páginas en blanco
que me obligan a volar con los zapatos puestos;
perfumado, cabredal, obispo, diminuto,
amarillo cordial, bola, mar, amigos, carga,
perdigones que atraviesan el globo en el que parto
al paraje lejano donde tu boca gime.
Lloved entre mis pastos, vientos del mar, llevadme
al abrigo del cosmos que sangra entre los barcos.

Y para este destino, para tal sueño grande,
qué pijama me pongo, qué ropajes
funerarios, de qué cadáver
como, qué limbos, a qué cénit…

 

 

 

 

Ayer

 
 

El día fatal
quedó abierta la reja;
pinta el aire desde entonces
una siniestra libertad de abismo.

Me habré quedado hambriento de más jaula,
oscura desazón
sin pecho al que aferrarse.

Que resultó mi vida el celo,
la tensa guardia
por ver, surgiendo de la tierra,
su mano no sepulta.

Y sí, diréis que no es de buen juicio
el esperar que la nada vivifique
a quien en verdad jamás ha muerto.

Pero dejadme a solas:
La paz del lodo
parece hoy

grávida.

 

 

 


 

 

Autor

Javier Aguirre Ortiz
 

 

 

Luz de todas las uvas

 
 

Luz de todas las uvas, limpiamente,
morena sed del sol, cántaro claro,
morena sed del sol, ramaje oscuro,
río que transparenta su vivencia,
nube que apenas en su mano lleva,
salamandra fugaz, ruidosamente,
procesión de la siesta y las hormigas,
estero que pronuncia una palabra,
quemada voluntad, imperio quieto,
rosa batalla de la luz perdida,
morena sed del sol, relampaguea.

 

 

 

 

Otro

 
 

Yo voy hacia la luz sin saber dónde,
como si el rio lo dijera todo
con las manzanas en el borde mismo
de los labios, bebiendo la alegría

de pronto, el nuevo corazón; de pronto
la lluvia: la verdad: la transparencia

como si bajo el agua ahora viviéramos
y de pronto la luz, de nuevo, siempre,
en medio de la noche nos ahogara
para al fin despertar

-qué voz es esa, que no deja de hablar de tan callada?
-qué verdadero sueño
se lleva nuestras trampas
calle abajo, como agua el desconsuelo?

vendrán aquí, sin yo poder ya verlo,
otras sombras, otros caminos nuevos,
y otro muerto laborará mi huerto.

nadie viene a la búsqueda de un beso,
nadie ha dejado nunca de vivir,
nadie lleva en el sol los pies helados,
nadie sabe la sombra dónde está,
nadie vive la vida bajo el agua,
nadie vive la sombra bajo el sol,
nadie prueba la sombra de la vida,
nadie vive del sol el desconsuelo,
Nadie ve los caminos que perdió.
Nadie encuentra el camino sin saber.
Nadie avanza sin nombre de verdad.
Nadie llega hasta el puerto de la luz.

 



 

 

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