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La noche lucha y vence;
no mata, pero yo la temo.
Mi voz quiere parecer serena,
intenta que sus notas sean pausadas
y, como pétalos múltiples, dibujar
el aleteo de un pájaro.
Enigma, palabra geométrica,
horas fluctuando sobre el amanecer ya cercano
en el que los sueños se pierden y dan paso
a esas realidades escabrosas.
Y mi voz hambrienta investiga aberturas,
brechas de este lenguaje emancipado,
mientras mis pasos pierden pie sobre el asfalto,
falsas piedras donde apoyarse.
No quisiera caer en la hondonada silenciosa,
donde el alma se confiesa atea
y el tiempo es un cíclope indeciso.
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