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Era muy pequeño,
tal vez sólo tenía
cuatro o cinco años,
pero ya iba a la escuela infantil
para aprender las letras,
y a escribir algo,
y a leer algo, también.
Recuerdo que cuando la profesora
salía del aula,
dejaba a una niña aventajada
de vigilante,
para que escribiese en la pizarra
los nombres de los niños
que se portaban mal
y, detrás de cada nombre,
una cruz cada vez que reincidían.
Tomás ++++++
María ++
Andrés +++
Sofía +++++
En casa aprendía otras cosas,
y frases como ésta,
“¡Te gusta más que a un perro los picatostes!”.
Entonces supe que un picatoste
era una rebanada de pan frito;
y le pedía a mi abuelita
que me hiciese uno,
para un perro vagabundo que veía,
todos los días,
camino de la escuela.
Después de mucho insistir
acabó haciéndolo,
y el perro se lo comió.
Todas las mañanas le pedía a mi abuelita
que hiciese otro picatoste.
No recuerdo cuántos más hizo
ni qué fue de aquél perro.
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