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NADA PUEDO DECIR
   
En estas excursiones por nuestros intrínsicos espacios, nunca sabemos de qué lado nos gusta más estar, los caminos son múltiples y las almas rebeldes, desde el espejo nos toca la reflexión para saber reconocernos...
   
Impresionante poema acerca del encuentro del poeta consigo.
   
Ha conseguido cruzar a la otra parte, esa parte donde se descubre la belleza en la unión.
   
Excepcional poema de búsqueda que une el perfecto tratamiento del verso tradicional con la innovación que supone la visualización de ese cruce, que obliga al lector a cambiar el orden de la lectura y condensa, muy acertadamente, el núcleo significativo del texto.
   
Espléndido poema, en el que no se sabe qué admirar más: si la hondura e intensidad del contenido, ese afán por el encuentro, esa necesidad de ahondar en los otros, de conocer, re-conocer su mirada, su sentir; o la extraordinaria belleza formal, la densidad del lenguaje, la eficacia de las sobrias imágenes empleadas, ese precioso quiasmo gráfico del final.
   
Es muy difícil encontrar una vía por la que llegar a algo con sentido y, a la vez, fuera de los lugares comunes. Y poetizando, de forma creativa, sin concesiones, sin “mensajes" ni emociones sobadas. No le busco soluciones. Sólo la emoción de sentirme crecer con su lectura. Un gran poema.
   
Un profundo análisis de las relaciones humanas, reflexivo, bello.... intenso. De él, me gusta su densidad, porque lleva a mi pensamiento a la zona donde el aprendizaje satisface necesidades quizás un tanto dormidas, y por otro lado, por su tratamiento gráfico.
   
Poema o pregunta sobre la posibilidad de la comunicación, poema problema, sobre el desencuentro entre exterior e interior, entre el yo y el nosotros, literatura y vida, la pantalla y la mano...
   
Pues "nada puedo decir" yo de este poema que no tenga que ver con la belleza. Nada sobra ni falta; las palabras, exactísimas; los versos, tan vívidos. Y el cruce final de este poema (espléndido, por cierto) me ha hecho pensar en Borges y en Bioy Casares, por aquello del doble.
   
Excelente poema, de hondo contenido y dicho con propiedad y soltura poética.
   
Un poema al que hay que poner enfrente de un espejo para apreciarlo en toda su creatividad y buen decir. La derecha se vuelve izquierda, el espejo nos enseña una realidad cruzada, y reproduce lo bueno y lo malo, por eso obsesionó tanto a Borges que jubiló a todos los que tenía en su casa.
   
Cuando alguien cincela con tal precisión un poema, como si las palabras estuvieran allí esperando a ser reveladas por el escultor, ¿qué decir?
 
El poema rezuma la melancolía de la naturaleza. El autor domina el lenguaje, no suelta las bridas. Todo está sosegado, contenido. Así.

 

 

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NI NÚMERO NI ARISTA
   
Busca respuestas que no encontrará nunca el hombre. Pero éste tiene licencia para volar, ser otro -dentro de sí mismo- y regresar a su esencia.
   
En un mundo en que las respuestas se nos escapan, me sumerjo en el poema... Desde dentro, desde el corazón, voy navegando entre la niebla... quizás con suerte llegue a la orilla.
   
Esos finales “ese” son de un ave con vértigo, matemática lírica. Como un vuelo que nos hace volar.
   
Es difícil llegar a la armonía "perfecta", a esa extrema calidad en la que un poema se convierte en perfecta obra de ingeniería, eso sólo lo consiguen algunos de los llamados "grandes"....
   
Expresan estos versos una sensación compartida. La sensación de plenitud, esa que nos hace palpar la eternidad.
   
El poema es de los que deja la emoción en el lector mucho tiempo después de haberlo leído. (¿Qué es la poesía si no eso?).
   
Equilibrio, perfecta calma donde trepan las palabras con emoción de fondo.
   
Poema muy en los umbrales del origen... pues “despalabremos” el número y “empalabremos” la palabra y todo volverá al principio...

 

 

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EL VUELO
   
A través de una imagen preciosa de las alas, embellecida por la claridad de las "aes" (nueve), bella ascensión hacia el secreto cristalino de la altura y doloroso final, que nos recuerda que al hombre, aunque nació con vocación de pájaro, se le negaron las alas.
   
El vuelo y el vértigo. Ave fundida en el paisaje, súbito ser que, mudo, se deshace.
   
Gran evocación existencial partiendo del vuelo de la gaviota.
   
Inmersión existencial del poeta, su disolución en el cuerpo y alma de la gaviota viajera, símbolo indudable de "pasar" y del "suceder" opuesto a la inmanencia y de "su" contemplación del mundo desde "la altura mística" de su vuelo.
   
Vuelo alto, donde se describe un paisaje desalentador, pero vuelo y lejanía.
   
Audaz poema, hermosa descripción de nuestro paso por los días. Sus brillantes imágenes aportan la cálida sensación de estar presente en ese idílico escenario, pues aunque su final nos acerca al tabú de la muerte, ciertamente su paz drena a las entrañas sosiego y aceptación.
   
Su voz es tan alta que hasta un cóndor mira desde abajo sorprendido.
   
Gran poema: silencio, pausa, morirse... sólo un poeta entiende de esas cosas, sólo un poeta sabe que no son sólo palabras, sólo un poeta es capaz de darles movimiento.
   
La adjetivación medida y el ritmo de estos versos me producen una sensación de caída libre. Clara y contundente esa experiencia en el poema, "sofocada" por los vanos intentos de Ícaro y la paradoja final de un silencio, que no es no decir ni no desear volar, sino avocarse a la muerte y al vacío sin la certidumbre del porqué.
   
Sus versos son pura metáfora, imágenes profundas y certeras, maravilla de palabra.

 

 

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CLAROSCURO
   
El poeta se hace paisaje, es ese lugar que él conoce y donde se siente sabido.
   
Un poema de un gran lirismo en la mejor tradición en la que se nos muestra esa fusión, casi mística, de paisaje y sentimiento.
   
Me parece que el poeta logra lo que intenta. Se deja notar la sensación de haberse fundido con el paisaje, con la naturaleza en su conjunto. También me encanta su parsimonia.
   
El poema sugiere contraposiciones, el alma divida en su mitad oscura en su mitad luminosa, en la búsqueda de la luz -tan necesaria- cuando la oscuridad nos invade.
   
Buen decir, maduro y reflexivo. Casi invita a reconocer, buscar y encontrar ese lugar que, seguramente, sólo exista en su mirar poético. Es una pequeña obra de arte.
   
Me dejé llevar por las imágenes de ese reino que se aleja sobre el mundo..., la memoria.
   
Transito por sus versos haciéndome silencio en ese paisaje y recurro a mis memorias que me llevan a otro lugar donde no hay sauces sino pinos, el sol traspasando su follaje con su brillo, en algún bosquecito al norte de Francia, donde me escondía con un libro a leer y a tejer recuerdos.
   
A mí, en lo particular, me transmite una enorme calidez y alguna que otra imagen o recuerdo de la infancia.
   
Conozco un lugar parecido: en lugar de sauces, tiene la respiración de las gaviotas sobre el claroscuro. Pero también en ese lugar alternan las sombras y las luces, el sol juega y el mar se esconde de sus juegos.
   
Inmensa la expresión de ese lugar al que acudimos à la recherche du temps perdu.
   
No es sencillo mantener el ritmo de un poema que, fácilmente, podría haber perdido frescura, o pecar de descriptivo, o peor aún, haberse contaminado de mil y una concesiones -el tema lo permite-. Creo que no ha sido así. La voz poética se ha mantenido firme. No habla: emociona. No describe: pinta con palabras aquello que ve.
   
Sí, la memoria tiembla y retumba su pasmo, su pálpito, su voz desesperada. Nos reenvía del paisaje ese claroscuro revelado sólo al que observa con órficos ojos desesperados.
 
¿Por dónde llegar al sueño entrecortado de los olmos? Maravillosa fotografía de algo inmenso y en niebla.
   
Pasaje de la luz, canción de los olvidados, sensación corpórea de lo –a su vez- tangible.
   
Es difícil decir en unas pocas líneas algo sobre la perfección. Esa lírica y honda evocación de la memoria, la elevación del lenguaje sin renunciar a la claridad -don de los realmente grandes-, la eficacia poética de los encabalgamientos... Lo dicho: una obra maestra.
   
Ese claro de luz de voz desnuda aúpan al cenit de la poesía. Himno del aire azul de un florido verbo prendido en oro.

 

 

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IMÁGENES DE IMÁGENES
   
Poema en que se intuye la dilución del yo en los fragmentos del espejo roto. Una profunda reflexión existencial a partir de un "fragmentado dios de azogue"... Una pieza en la que la palabras sólo son el medio sin concesiones al preciosismo.
   
Un poema que invita a reflexionar en las propias sombras, en los deseos y en esos espejos en que nos miramos y que dejan una sensación de rotura, de falta de intimidad.
   
El ser roto. ¿Qué somos? ¿Qué reflejo? Oscura identidad, dios del azogue, ¡devuélvenos la vida completa, danos sernos!
   
Cada imagen diluida en un todo: Es tan difícil descubrirnos en esos reflejos, tan diferentes maneras de sentirnos, desde la mirada del que ve o la mirada del que es visto...
   
Fractales insobornables estos versos que constituyen la unidad del quebranto, paradoja de la belleza en sí misma. Su voz se extiende en mi mirada, y la emoción supera los cálculos matemáticos.
   
Somos ese dios de azogue que se menciona en este excepcional poema.
   
Espejo roto que deja al descubierto esa naturaleza trémula y sensible del ser humano que se aferra al "carpe diem". Pero un goce que se consigue, por medio de la unción, de la devoción a ese mundo de las formas, de las palabras, "los vertidos signos" que nos dicen.
   
Un poema profundo que hay que leer varias veces para impregnarse de todo su sentir. Es un diluirse existencial donde cada forma deja de ser para ser otra o para no ser.
   
En mi modesto entender el poema tiene un planteamiento poético de dramática belleza, y que sirve para un coloquio o disertación filosófica. La fragmentación del yo, o más bien del yo soy, implica hablar con distintas voces, tal como dijera Alejandra Pizarnik. Y eso ocurre en este poema donde cada voz aporta la luz de su realidad, cual reflejo de los espejos rotos. Y si entendemos el yo como el más íntimo mecanismo de nuestro pensamiento, su fragmentación puede considerarse positiva, al abrir distintos caminos en la percepción de la infinita realidad, es decir, el encuentro de la luz plena, que como infinitesimal plano, separa lo relativo de lo absoluto, conformando la aspiración última de todo ser humano: la incesante búsqueda de la perfección.
   
Hermoso poema, barroco y cultista en las imágenes. Pleno de emoción contenida en los fondos y trasfondos.

 

 

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ESTE FILO DEL TIEMPO
   
Bello soneto de corte muy actual con suave tinte casi imperceptible de finísimo erotismo.
   
Pieza que combina la profundidad del sentimiento con el juego metalingüístico, incluso del lenguaje cibernético. Esas combinaciones siempre son especialmente atractivas, y más si las maneja un gran poeta. Es un soneto rotundo, perfecto, que merece la calificación de excepcional.
   
Es un soneto difícil de estructurar, pero el poeta ha hecho de él una obra maestra. Moderno, musical y ante todo....perfecto en su contenido.
   
Maestría en el manejo de la palabra, en la perfección hecha soneto. Si la vida nos ha dado una escasa manera de vivir recluidos, el poeta da, en el poema, libertad y adorna ésta con el amor y los sueños.
   
Poesía que sin duda pertenece y merece pertenecer por siempre a este tiempo de la cibernética, que quién sabe cómo y cuánto puede evolucionar.
   
Hermoso soneto al amor cibernético que navega por barcos de cristal y que se realiza como nereidas impersonales, como sirenas siderales intocables...

 

 

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MIRA ESTE HUMILDE CLARO
   
Este humilde claro es todo un portento de luz. Tanto que deslumbran sus versos.
   
¿De qué sirve mover montañas, cuando podemos atraer, suscitar, realizar el milagro de la luz? El gran milagro que nunca debería ser olvidado. Un poema bellísimo, una forma muy personal, muy novedosa, de mirar el paisaje, el mundo en torno.
   
La sutileza de unos versos llevando el discurso lírico hasta un final de amor: la luz.
   
Antes de comprender ya el corazón retumba emocionado, pues el discurso del poema es música (no hace falta entenderla y ya ha llegado).
   
Me recreo en los páramos, en la luz y en la niebla, en la belleza de sus versos, y vuelvo a ellos. El poema es un bálsamo para el alma.
   
¡Qué descripción tan fantástica! Cuánta paz y sosiego me ha aportado...
   
Los endecasílabos blancos combinados con heptasílabos y con algún que otro verso libre le da al poema un ritmo preciso, pero nada monótono. También el tono elevado sin solemnidades mantenido a lo largo del poema me parece muy notable. Y sobre todo ese pálpito, esa indefinible sensación de gozo que te queda después de haberlo leído. Se diría que algunos versos traen lejanos ecos de San Juan de la Cruz.

 

 

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LLANTO DE AUSENCIA
   
Tan elaborado y sentido poema requiere la mesura y el paladeo sereno. Se intuye pasión y un lirismo con lenguaje rico y vario, nada simple en su sencillo canto.
   
Sabes....He leído esta joya. La dejo correr nuevamente por mis ojos pardos, sureños mixtos de melancolías...y hallo cuenco, cuenco, me rindo. Agradezco.
   
Hace mucho tiempo que un poema no me hace vibrar tanto, tan honda, tan intensamente. La maestría formal corre pareja con la intensidad del contenido, con esa deslumbrante evocación de Lorca, el más universal, profundo y maldito de nuestros poetas. Y, sin duda alguna, mi poeta más amado y más presente. Es un poema realmente excepcional, de una excepcionalidad que brilla con luz propia.

 

 

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LA CASA VACÍA
   

Un poema capaz de arrastrar al no lector de poesía, y ahí está el secreto de la poesía eterna.

   

La cadencia, la música, es lo que hace el verso. Borges decía que bien podía no tener sentido y serlo  si tiene en él estos atributos. Pleno de significado y de catadura poética, el poema se lee como si se escuchara una música que te habla dentro tan lleno, como está, de nostalgia.

   

Qué belleza desde la emoción más pura y más profunda. Me dio escalofríos de belleza: A partir del segundo pasaje, el poema sube y sube en belleza y poder de palabra y en la garganta del lector que lo siente cada vez como más propio y humano.

   

Esa casa vacía me ha recordado a aquel poema de Claudio Rodríguez que termina: "mentirá al sacar la llave. Entrará. Y nunca habitará su casa", tal vez por su tono oscuro y por la ausencia común de la morada deshabitada, y por los endecasílabos. Como si la presencia estuviera siempre en otra parte, en un más allá inaccesible.

   

Lo siento como una enorme historia, con sus infinitos cuadros que nacen de su magia sugerente; una historia del hombre mismo que, invariablemente, termina en su desolada fatalidad.

   

Excelente factura, estupendo manejo del lenguaje y esa emoción que permite sentir "habitada" a una casa vacía.




 

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EL VAGABUNDO
   
Blanco, blanco y puro soneto, que indaga en la resurrección del alma. Nacemos y morimos tantas veces, sobre un papel, sobre un silencio...
   
En el poema late el dolor de la inmanencia del ser o del estar (del permanecer). El conflicto personal y doloroso del tempus fugit; en definitiva, del conflicto íntimo del paso sustancial del tiempo (del llegar). Al fin y al cabo, es una constante de la literatura universal que aquí se plasma con elegancia.
   
El poema nos refleja: Somos ser sucesivo deshaciéndose y reconstituyéndose, cenizas y luz. La tarde mueve con su mano la barca de los días heridos de distancia. No sabemos si llegaremos nunca; las espigas esperan o se pierden. En la noche será de nuevo el sol.
   
Para mí la tarde es el otoño, el incierto ocaso del hombre, (los penúltimos días -en palabras de F. Brines-). Este hombre trascendente (esta nave varada) -el centro de gravedad de cuanto le rodea (eje de latitud)- está aquí preguntándose quién es, de dónde viene y a dónde va (requiere las últimas respuestas). Su desconocimiento de estas repuestas lo convierte en mendigo de sí mismo. En su vagar (por la vida) lleva sobre sí su propio vagabund" y, en soledad y olvido, sólo ve en su misma mirada la desolación de la muerte (un muerto desolado) como fin inexorable. Y sabe que, universalmente, cada hombre (en su madurez, -ya espiga-) terminará viéndose a sí mismo de igual modo, esto es, como un vagabundo. (Comentario del propio autor).
   
Soneto blanco que consigue transmitir con maestría toda la profundidad del ser.
   
El poema canta el vagabundo que somos, pues la felicidad, cuando aparece, lo hace por momentos. Y amanecen vacíos, sueños sin cumplir, la falta de lo que no se tiene.
   
Las pausas y silencios, la pulcritud de las imágenes, la alta imaginación poética que forja el poema regalan una lectura excepcional, sin duda.
   
Un acierto en la expresión de la sensación de reconocernos en ese vagabundo que pasea su soledad y su despojamiento por un mundo indiferente, en ese muerto que de pronto asoma a nuestro rostro.
   
Poema con metamensajes y evidencias que enredan alma y pensamiento, dejando la puerta abierta a la meditación. En este impenitente vagabundo de la vida que llevamos, hay una pócima de cansancio, realidad, nostalgia y frustración.
   
Nos descubre a nuestro propio vagabundo de una manera magistral. Señalo el segundo cuarteto en el que se nos desvela la fusión poeta-vagabundo a través de ese juego entre la primera y la tercera persona: "sus" - "míos" / "sus" -"mi". Poema en el que las imágenes adquieren el valor de símbolos y en el que los temas tópicos: el paso del tiempo, la circularidad de la vida, el otoño vital... adquieren un rabiosa modernidad y una gran belleza poética.
   
No es un soneto clásico, pero sí muy sugerente. Todos tenemos un poco de vagabundos y encontramos jirones de piel y huellas huecas por cualquier calle anónima.